La extensión a los
ingenieros de las atribuciones de los arquitectos en edificación empobrece
a la sociedad. La
ingeniería no está preparada para dar una respuesta adecuada a las necesidades
sociales: la arquitectura si.
Los arquitectos no defendemos un privilegio: cualquiera puede ser arquitecto si se
toma el trabajo de estudiar arquitectura. Defendemos la singularidad de nuestro
trabajo y su utilidad social.
Defendemos también unas
retribuciones dignas. Defendemos la
continuidad de nuestras organizaciones profesionales.
La Ley de Servicios y Colegios Profesionales amenaza acabar
con todo ello.
Esto, que no es difícil de entender, se vuelve casi imposible
de explicar al público por quienes dirigen los Colegios y el CSCAE. Y no es que lo ignoren. Pero dos
cosas se lo impiden:
-
No se atreven - personalmente - a enfrentar a un Gobierno que tiene
mayoría en el Parlamento. Prefieren mantener buenas relaciones – personales -
antes que sacar la cara por la profesión.
-
Desprecian la fuerza de la
movilización de los arquitectos. Por ello no la provocan transformando sus prejuicios en
profecías autocumplidas: cada vez convocan menos.
De mejor en mejor hasta la derrota final. Luego vendrán los
“yo no he sido”. Y – quizás – algún cargo en la administración para quien se
haya portado bien.
Pero poco tenemos los arquitectos para “negociar”, porque la
Ley de Ordenación de la Edificación ya dejó las cosas en un nivel de mínimos. Cualquier retroceso respecto de lo que
ahí se dice sería inaceptable.
La gravísima
situación profesional y personal en la que se encuentran la mayor parte de
los arquitectos no les invita a involucrarse en acciones colectivas. Se ha
instalado una gran desesperanza y escepticismo respecto del futuro del
ejercicio de la profesión de arquitecto en España.
Por ello es aún más necesario que quienes han asumido la responsabilidad de representarnos a todos
redoblen sus esfuerzos e infundan la confianza en que se puede parar la LSCP
si nos unimos y movilizamos con inteligencia. Llevamos – cuando menos – gran
parte de la razón.
Esto es una exigencia: quienes dirigen las organizaciones
colegiales no pueden refugiarse en pactos de salón para luego decir “hemos
conseguido un éxito parcial” o simplemente “hemos hecho lo que hemos podido”. No lo están haciendo, y no se lo
perdonaríamos.