16.5.13

POR UNA VERDADERA OPOSICIÓN A LA LEY DE SERVICIOS PROFESIONALES


Han pasado cuatro meses desde que se conoció el borrador de LSP en el que se extienden a las diversas ingenierías las atribuciones en edificación de los arquitectos y en el que se debilita a los colegios profesionales.  En estos cuatro meses los colegiados no hemos sido convocados a dar nuestra opinión ni a manifestarla ante la sociedad. Nuestros Colegios han querido exponer en privado sus razones ante las autoridades y nos han pedido entretanto que nos mantuviéramos callados y quietos. No hablar con la prensa, no debatir, no manifestarnos.  No “atarles las manos”.

La desmovilización de los arquitectos ha sido un objetivo consciente y persistentemente buscado y desgraciadamente se ha conseguido. Pero el silencio nos ha hecho más débiles y los resultados están a la vista: el anteproyecto está a punto de llegar a las Cortes sin cambios. Una estrategia inspirada por el temor y la desconfianza hacia los propios está resultando fallida. Hay quien dice que el que lucha ya está derrotado. Pero eso no es más que derrotismo: se puede luchar y vencer si se tiene razón. Eso si: hay que correr el riesgo de despeinarse.

El Colegio debe marcar de una vez las líneas rojas iniciando un período de permanente convocatoria, difusión y manifestación de los puntos de vista de los arquitectos: la Arquitectura no es un lujo sino una necesidad.  Ha de abrir cauces de participación para sus colegiados en actividades anti LSP. Debe llamar a la movilización sin temor a las “caóticas asambleas” ni  a la cívica manifestación en la vía pública. Así – como con Bolonia – hasta que la ley deje de ser una amenaza contra la Arquitectura y los arquitectos.

3 comentarios:

  1. Es el ciudadano el que debe valorar quien quiere que proyecte su vivienda.

    Dando por hecho que cualquier ingeniero supiera calcular la estructura de un edificio para que no se caiga, el promotor sabrá si quiere que el arquitecto aporte su valor añadido.

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    1. Aplicando el mismo principio podríamos pensar que es el ciudadano el que debe valorar quién quiere que le opere, un cirujano o un veterinario. A fin de cuentas, ambos operan a seres vivos.

      Lo cierto es que no se puede dar por hecho que cualquier ingeniero sepa calcular una estructura. De hecho, la mayoría no saben y no tienen por qué saber. No es lo mismo calcular un viaducto que un hospital, ni es lo mismo calcular un puente grúa que un rascacielos. Sólo una disciplina tiene suficiente carga docente en materia de estructuras de edificación: la carrera de arquitectura.

      Pensar que la única cuestión que afecta a la seguridad de las personas en un edificio es la estructura... Pues es no haber reflexionado bien sobre el tema.

      Más de una fachada se ha caído, y no por un tema de estructuras, si no por no dominar los principios básicos de la construcción de fachadas.

      Y, desgraciadamente, sabemos por experiencia que una evacuación de emergencia puede ser mortal, cuando el uso y el destino del edificio no concuerdan. Decisión en la que no interviene un arquitecto.

      Igual que sabemos que hace poco tiempo ha caído una cúpula diseñada por ingenieros 'especializados' en esto, y ha dañado un Bien de Interés Cultural, como la Plaza de las Ventas.

      Se ha ido apartando a los arquitectos de ciertas decisiones sobre el uso del edificio. Y el resultado ha sido pésimo.

      Todavía hay una parte de la sociedad que pretende que el arquitecto sólo aporta "valor añadido", cuando es el agente que garantiza la seguridad y el producto que el promotor le vende al usuario finalista. Lo triste, es que esa parte de la sociedad puede presionar para que se tomen decisiones sobre temas cuya transcendencia para nuestra seguridad, tanto como ciudadanos como consumidores, no es capaz de evaluar.

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    2. Si fuera el usuario quien elige, no me cabe duda que eligiría siempre un arquitecto. Basta salir a la calle y preguntárselo al transeúnte. Si las autoridades se preocuparan por hacerlo todo este debate se acabaría en un santiamén.

      Pero no decide el usuario sino el promotor. Y ahi la cosa cambia, porque al usuario se le impone una decisión previa solo regida por el cálculo de rentabilidad.

      Los ingenieros son excelentes haciendo cosas eficaces. Su mundo es el de los objetos y de los procesos productivos. Mi enhorabuena y mi admiración.

      Pero las personas esperamos algo más de los edificios que habitamos: queremos que nos representen. De ese modo los edificios son un poco como nosotros mismos, o sea, son como personas. Eso hacemos los arquitectos, para eso nos educan.

      Las competencias a los ingnenieros quieren dar vuelta la tortilla: en vez de edificios como personas a las personas nos van a tratar como a cosas. Los edificios serán solamente cosas rentables para almacenar cosas que somos nosotros.

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